Según un informe del Worldwatch Institute (El estado del mundo 2006), China podría enfrentarse a una situación similar. Su Gobierno, que quiere reducir el gasto en petróleo, desea cubrir el 10% de las necesidades energéticas del país con energías renovables en 2020. Para ello incrementará la producción de etanol a partir del maíz hasta 14 millones de litros, cantidad equivalente a la de Brasil o Estados Unidos. El problema es que podría no disponer de suficiente materia prima porque las grandes reservas de cereales del país se han reducido en los últimos años. Si el Gobierno chino insiste en seguir aumentando la producción de biocombustible, podría verse en la necesidad de importar los cereales para alimentar a su población de 1.300 millones de habitantes y a los animales de sus granjas.
Riesgo de deforestación
Los primeros efectos perniciosos son ya una realidad. En Brasil, uno de los mayores productores de bioetanol a partir de la caña de azúcar, los cultivos energéticos están arrebatando tierras hasta ahora destinadas otros usos. De forma similar, en el sudeste asiático, los cultivos de palma para producir biocarburante están destruyendo los bosques tropicales. En Europa, expertos británicos han calculado que conseguir biocombustible para sólo el 20% de los automóviles del Reino Unido supondría tener que dedicar casi todas las tierras de cultivo del país. Si esto se extiende a nivel mundial, las consecuencias serían catastróficas. Hay alternativas, como obtener biocombustible de aceites usados (como el de cocinar) o de otras fuentes de biomasa (como fitoplancton marino), que aún deben ser mejoradas.
Impacto en aves y vientos
Otro riesgo que no ha sido evaluado todavía es el posible impacto de estas energías sobre los propios vientos y el clima. Se ha calculado que las aspas de los molinos de viento no pueden captar más del 49% de la energía del viento que pasa a través de ellas. Un trabajo del foro Crisis Energética ha calculado que si se quisiera obtener a través de parques eólicos la mitad de la energía eléctrica que hoy se consume a nivel mundial, esto supondría la construcción de instalaciones para interceptar todos los vientos sobre continentes a menos de 100 metros de altura, lo que podría ocasionar daños irreversibles en el comportamiento de los vientos estacionales, en las corrientes marinas que se interrelacionan con las corrientes de aire y en las especies que dependen de ambas.
Algo similar sucede en el caso de la energía solar. El informe calcula que para sustituir la electricidad que se gasta actualmente se necesita tener extensiones amplísimas cubiertas de placas solares, lo que podría suponer cambios climáticos a nivel local, sin contar con el inconveniente de la energía necesaria que se requiere previamente para fabricar todas esas placas solares, los equipos auxiliares y su transporte.
El informe reconoce que el planteamiento de estas cifras y situaciones hipotéticas no es más que un ejercicio de órdenes de magnitud para demostrar que no basta con sustituir las energías fósiles con una o varias renovables, sino que es necesario cambiar el sistema actual basado en el crecimiento infinito, en el aumento constante del consumo y del gasto energético.