13 octubre 2009

China comienza a capturar y reciclar sus malos humos.

POR PABLO M.DÍEZ
Víctima de su extraordinario crecimiento económico de las tres últimas décadas, China se enfrenta a la contaminación como uno de sus principales problemas. Para alimentar su progreso y la industrialización acometida en la “fábrica global” tras su apertura al capitalismo a finales de los 70, el gigante asiático depende del carbón, cuyas contaminantes centrales térmicas aportan el 75 por ciento de la electricidad.
Ahora, dichas plantas, cuyas chimeneas sobresalen entre los rascacielos de las grandes ciudades expulsando unas nubes de humo que ocultan el sol y cubren de gris los cielos de la industrializada costa china pueden ser aprovechadas para la captura de emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Según informa la revista “Science”, en las próximas semanas se pondrá en marcha en Erdos, en la provincia de Mongolia Interior, el primer centro a gran escala de captura y almacenamiento de CO2. Se trata de una central térmica operada por la compañía Shenhua, el mayor productor de carbón del país, que quemará dicho mineral para generar algo más de un millón de toneladas métricas de gasóleo y otros derivados petroquímicos.
Como consecuencia, se liberarán 3,6 millones de toneladas de CO2 que serán confinadas bajo tierra en unas cercanas reservas de petróleo, donde además la presión ejercida por dichos gases ayudará a sacar a la superficie el “oro negro” y facilitará su extracción.
En todo el mundo sólo hay una docena de proyectos similares, lo que demuestra los esfuerzos del Gobierno chino por luchar contra la contaminación y su emisión de gases de efecto invernadero, uno de los asuntos claves en la próxima reunión que se celebrará en Copenhague para renovar el Protocolo de Kioto.
Junto a la planta de Shenhua en Mongolia Interior, otra de las principales iniciativas aprobadas por el régimen chino es la planta de GreenGen en Tianjin, que comprende un ciclo combinado e integrado de gasificación (IGCC, en sus siglas en inglés). En lugar de desmenuzar el carbón, como hacen las centrales térmicas, este proceso lo convierte en gas, lo que facilita la separación del dióxido de de carbono y su posterior captura. Además, la planta podrá extraer el CO2 del carbón gasificado antes de que sea quemado, lo que supone una mayor eficacia con respecto a otras centrales donde el dióxido de carbono es separado tras la combustión.
Hacia 2011, GreenGen confía en tener una capacidad eléctrica de 250 megavatios, a los que se sumarán otros 450 en unas instalaciones que estarán terminadas en 2016 y podrán almacenar más de un millón de toneladas de CO2.
En caso de funcionar, este proyecto solucionaría muchos de los retos medioambientales del coloso oriental, donde el consumo de electricidad se ha disparado un 50% en los últimos cinco años y se usan casi 200 millones de toneladas más de petróleo que hace una década.
De todas formas, en China, que ya ha superado a Estados Unidos como primer emisor de gases de efecto invernadero, ya se han llevado a cabo algunas iniciativas encaminadas a reciclar sus malos humos.
El año pasado, el Grupo Huaneng, la mayor eléctrica del país, puso en marcha en Pekín una planta térmica capaz de capturar 3.000 toneladas de diósido de carbono al año. Dicho gas es luego vendido a una compañía de bebidas carbonatadas para formar las burbujas de sus sodas y gaseosas. El éxito de dicho proyecto ha sido tal que Huaneng ya ha ampliado en Shangai otra central térmica con unos almacenes de CO2 donde se confinarán unas 10.000 toneladas, que luego serán vendidas a marcas de refrescos.
Como dichas empresas sólo pueden emplear una parte reducida de todas las capturas, el uso más plausible para el dióxido de carbono almacenado es la extracción mediante la presión de sus gases del petróleo que yace bajo el subsuelo.

ABC – NATURAL, Viernes 9 de octubre de 2009

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