09 diciembre 2010

En Cancún, unos temen y otros sueñan con la idea de captar CO2 bajo tierra

Una solución milagrosa al cambio climático para algunos y una pesadilla para otros: un posible impulso a favor de la captación y almacenamiento de dióxido de carbono despertó antagonismos durante la conferencia de la ONU sobre el clima en Cancún, México.
Las negociaciones internacionales sobre el clima están centradas en la reducción desde el origen de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), en particular a través de energías renovables, para frenar el alza de la temperatura del planeta.
Pero empieza a tener cabida, incluso en este contexto, la idea de captar el principal gas de efecto invernadero una vez emitido por una refinería o una fábrica de cemento, transportarlo a un campo gasífero o petrolero agotado y enterrarlo a 2.000 de profundidad.
Así, acaba de ser agregado a la mesa de negociaciones un texto que prevé que, bajo ciertas condiciones, la captación y almacenamiento de CO2 (conocida como CCS en inglés), pueda convertirse en un proyecto financiado en el marco del Mecanismo de Desarrollo Limpio previsto en el Protocolo de Kioto.
Este Mecanismo está destinado a incitar a los países industrializados o empresas a invertir en proyectos de tecnologías "limpias" en los países en desarrollo, y obtener así créditos de emisión de dióxido de carbono que les permitiría alcanzar sus objetivos de reducción de emisiones.
Discutida desde 2005 e impulsada por muchos países, como por ejemplo -recientemente- por Arabia saudita, esta opción que nunca había sido tan claramente formulada preocupa a Greenpeace, que la ve como una forma de garantizar "una subvención encubierta a las industrias de energías fósiles".
"Es lo contrario al espíritu de este Mecanismo, que es una herramienta destinada a promover la transición energética de los países en desarrollo, respetuosa del medio ambiente", se indignó la portavoz de la rama francesa de la ONG, Karine Gavand.
Y "esta tecnología ni es limpia ni es duradera", afirmó Marin Kaiser, otro miembro de la ONG.
Aún en etapa experimental, la idea suscita numerosos interrogantes: ¿Cómo asegurar que las criptas donde se almacenaría el CO2 no tendrán fugas? ¿Qué ocurre en caso de terremoto? ¿Cuáles son los riesgos de contaminación de las fuentes subterráneas de agua potable? ¿Qué se puede decir de los peligrosos solventes necesarios para extraer el CO2?
Pero no todo el mundo está en pie de guerra contra esta tecnología, aún extremadamente costosa y a prueba en Europa, Australia, Estados Unidos y Canadá.
Para algunos, como la fundación Bellona, cuya sede está en Noruega, sería una locura prescindir de esta técnica que, según la Agencia Internacional de Energía (AIE), podría contribuir a reducir en un quinto las emisiones de CO2 en el sector energético.
"Soy un guerrero climático y la CCS es una de las armas más poderosas", explicó a AFP el noruego Paal Frisvold, presidente del comité de administración de Bellona Europa.
Los defensores de la CCS afirman que los países en desarrollo, sobre todos los grandes emergentes, continuarán a pesar de todo usando energías fósiles -como el carbón en China- para sostener su crecimiento.
En Europa se espera que se realicen seis a ocho proyectos de prueba a gran escala. "Y todavía faltan cinco años para verificar su buen funcionamiento, especialmente en el almacenamiento", explicó Frisvold.
Y si bien para 2020 nada dice que el Protocolo de Kioto -que establece objetivos de reducción de CO2 en los países industrializados- esté todavía en vigor, cualquier decisión a favor de esta tecnología en Cancún "es una señal muy importante para la industria y los inversores", aseguró Frisvold.
TERRA, Miércoles 8 de diciembre de 2010

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