17 diciembre 2007

La Cumbre de Bali acuerda la agenda y los principios contra el cambio climático

ARACELI ACOSTA. ENVIADA ESPECIAL. BALI.
No puede decirse, finalmente, que en Bali se haya suscrito un acuerdo de mínimos, ni un compromiso a la baja. La declaración que salió ayer por la mañana de la Cumbre del Clima impulsa un proceso en toda regla de lucha contra el cambio climático más allá de 2012. Marca la agenda y los principios. Su finalidad no era lograr objetivos de reducción, y no se han logrado, pero tampoco se esperaba que los países desarrollados y en desarrollo asumieran compromisos a medio plazo.
Justo diez años después de Kioto, los países en desarrollo se han comprometido por primera vez a reducir sus emisiones contaminantes. No son objetivos obligatorios, pero sí deben ser «medibles, objeto de información y verificables», según la ya oficialmente llamada «Hoja de ruta» de Bali.
La tan traída y llevada horquilla de reducción de emisiones de entre un 25 y un 40% para los países industrializados en 2020, queda como nota a pie de página en el preámbulo de la declaración, pero remite a las páginas del informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), donde se indica que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera debe mantenerse en las 450 partes por millón si no queremos que las temperaturas se eleven más de dos grados centígrados a mediados de siglo.
La importancia del IPCC
Los políticos no han dado la espalda al trabajo de los científicos y por eso han creado un grupo de trabajo del que deberán salir esos objetivos en 2009, basados en las guías dadas por el IPCC. La primera reunión en esa dirección se celebrará en marzo o abril de 2008.
En contrapartida, los países desarrollados, incluido Estados Unidos -su delegado afirmó que empezará a «trabajar a partir de mañana (por hoy) para garantizar el cumplimiento de lo acordado» en esta reunión-, se comprometen, además de a reducir sus emisiones, a financiar y a transferir tecnología, también de forma verificable, a los países en desarrollo para que pueden llevar a cabo esas acciones de mitigación. Esto es lo más importante de un acuerdo que ha estado a punto de naufragar en el último momento.

Bloqueo tras bloqueo
La sesión en el plenario se reanudaba ayer a las 8 de la mañana pero quedaba paralizada de inmediato. El borrador de decisión adoptado por el grupo de 40 países elegido por la presidencia indonesia de la cumbre para desbloquear la negociación no gustó nada a los países del G-77 más China. Durante toda la noche, y aún a esa hora, estuvieron discutiendo una propuesta de la India para que esa transferencia de tecnología para ayudar a la reducción de las emisiones de los países en vías de desarrollo no escapara al control y fuera verificable.
El enfado por no haber tenido en cuenta su negociación paralela antes de someter a votación el borrador fue tal que el presidente de la cumbre, el indonesio, Rachmat Witoelar, pidió reiteradas disculpas por si alguien se sintió ofendido.
Esta situación acabó con el aguante que hasta ese momento había demostrado el secretario ejecutivo de la Convención contra el Cambio Climático, Yvo de Boer, que tras contestar que no conocía la negociación paralela de estos países, después de que China le acusara de traición, abandonó el plenario durante más de 20 minutos (unos dicen que emocionado y con lágrimas en los ojos; los más, que el cansancio pudo con él) poniendo en un brete la tensa sesión que se estaba desarrollando hasta ese momento.
Y es que sin el liderazgo de De Boer -en los pasillos, la comidilla de los últimos días ha sido que la culpa del retraso en las negociaciones es la torpeza de la presidencia indonesia para imponerse- el proceso volvía a estar en la cuerda floja.
Minutos antes, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon -había llegado para presentar el acuerdo, pero sólo pudo cantar las cuarenta a las delegaciones-, se mostró «decepcionado ante la falta de progreso» e instó a los delegados «a llegar al acuerdo necesario», pues lo contrario sería «una traición hacia las generaciones venideras». «En una negociación, ninguna delegación puede conseguir todo lo que desea», añadió para flexibilizar las enconadas posturas.

UE, aplausos; EE.UU., abucheos
La India volvía entonces a expresar su propuesta sobre el control a los países desarrollados en lo que aporten a las naciones en vías de desarrollo para ayudarles a reducir emisiones. Y llegó la Unión Europea para arrancar los primeros aplausos de la jornada apoyando la reivindicación del G-77. A partir de ahí, los discursos de ocho países, incluido Arabia Saudí, llamaron a sumarse a la propuesta de la India siguiendo el camino de la UE., que había logrado empezar a inclinar la balanza.
En su turno, Estados Unidos, con su jefa de delegación, Paula Dobriansky, a la cabeza, logró arrancar los primeros y sonoros abucheos, después de acusar a los países en desarrollo de carecer de liderazgo para hacer frente a este problema mundial.
Le siguió Japón y sorprendentemente afirmó que no bloquearía el acuerdo. De nuevo otros diez países apoyaron a la India y cargaron, ahora crecidos, contra Estados Unidos. El más rotundo y directo fue el delegado de Papúa-Nueva Guinea, que espetó a los norteamericanos: «Si no están dispuestos a seguir el camino, quítense de en medio». David contra Goliat. Y contra todo pronóstico Estados Unidos cedió.
El mundo cuenta ahora con un nuevo mandato: frenar el calentamiento global del planeta. Se abre el camino para llegar a Kioto 2, que previsiblemente será rebautizado como Protocolo de Copenhague, pues en la capital danesa se celebrará la cumbre de 2009. Es la única licencia que se ha permitido la UE en este proceso, traer a los brazos de Europa -concretamente de la Sirenita- el espíritu que ella más que nadie impulsó en Kioto hace una década.
ABC, DOMINGO 16_12_2007

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