11 diciembre 2007

Los biocarburantes reducen sólo el 3% de CO2 a costa de casi duplicar el precio de los cereales

JAVIER NATES. MADRID.
La utilización de biocarburantes, elaborados a base de cereales y aceites vegetales, como alternativa a los carburantes convencionales, presenta hasta el momento unos resultados poco alentadores, según señalan los expertos. El recorte de CO2 que generan no supera el 3%, mientras que los precios de los cereales, por efecto del aumento de la demanda, prácticamente se han duplicado en poco más de 18 meses.
Desde hace algún tiempo muchos países, principalmente los más industrializados y los grandes productores agrícolas, han apostado fuertemente por los biocarburantes. Se trata de los denominados biocombustibles de primera generación. Los de segunda generación serían aquellos obtenidos a partir de otros materiales no destinados primariamente a usos alimentarios.

Opción política
Estos biocarburantes mezclados en cierto porcentaje -actualmente en torno a un 5% con los actuales motores- con combustibles fósiles (el etanol se usaría en la gasolina y el biodiésel en el gasóleo) emiten menos CO2 a la atmósfera.
La opción política a favor de este tipo de combustibles más ecológicos ha sido adoptada de un modo muy decidido con gran difusión mediática y con cierta «precipitación», al no venir acompañada de «estudios rigurosos» que valoren adecuadamente las consecuencias que pudieran derivarse sobre los productos de alimentación, según el estudio «Análisis de la actual estrategia europea en materia de biocarburantes. Otras verdades incómodas», elaborado por el catedrático de Economía Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid, Carlos Tió Saralegui.

Subvenciones estatales
A su juicio, los biocarburantes apenas pueden desarrollarse en condiciones competitivas con los actuales precios de las materias primas, a pesar de las subvenciones estatales. Además, el elevado precio del petróleo aumenta los costes de producción de los biocarburantes, ya que utilizan mucha energía fósil en su elaboración.
Un reciente informe de la OCDE destaca que el desarrollo de los biocarburantes no logrará una reducción mayor del 3% de CO2, pero sí tendrá un fuerte impacto en la economía y en el medio ambiente.
En este sentido, el informe de Carlos Tió va más allá y asegura que no estamos sólo ante un problema energético, sino ante una situación «en la que se ven comprometidos intereses sociales, económicos y medioambientales muy notables, por lo que se hace necesaria la demanda urgente de una moratoria que aplace durante cinco años las medidas adoptadas por la UE».
El trabajo de Tió, promovido y financiado por la asociación ganadera Asoprovac, asegura que culpabilizar únicamente del alza del precio de los cereales al encarecimiento del crudo o a prácticas contrarias a la competencia es un «burdo intento de eludir responsabilidades políticas», derivadas de la adopción de una estrategia que no fue adecuadamente evaluada en su momento.

Componente especulativo
En la evolución de los precios de los cereales ha existido un claro componente especulativo que casi ha duplicado en prácticamente año y medio su precio, según Tió. Coincide el autor con un reciente estudio de la OCDE, en que cualquier desviación en tierras que se destinan a la producción de alimentos o piensos hacia la producción energética, influirá en el precio de los alimentos. En su conjunto, los impactos medioambientales del etanol y el biodiésel, según la OCDE, pueden fácilmente exceder los provocados por el petróleo o el diésel mineral. Y todo ello con un elevado coste presupuestario en subvenciones públicas.En un contexto en el que los precios del crudo siguen elevados, un protocolo de Kioto -firmado por la UE- que fija unos objetivos estrictos y la controversia reciente sobre las importaciones de gas ruso, se ha buscado la necesidad de aumentar la autonomía energética de la Unión Europea. Sin embargo, los precios del petróleo seguirán altos y el uso de carburantes ecológicos en Europa no va a hacer que la cotización del crudo descienda. Además, aún se está lejos de cumplir los objetivos de Kioto y se va a seguir dependiendo del exterior en materia energética.
Por tanto, la apuesta que se hace de anteponer los cultivos beneficiados por la estrategia de biocarburantes (remolacha, oleaginosas y cereales, excepto arroz) frente a la ganadería es, cuando menos, discutible, ya que estas producciones representan un 13,5% del valor de la producción agraria en la UE, frente al 40,9% que suponen las ganaderas.

Perjuicio irremediable
El perjuicio que se puede hacer a las explotaciones ganaderas puede ser por tanto irremediable. En el caso español, Tió Saralegui señala que el final de los altos precios del sector cerealista, hasta que se disponga de los carburantes de segunda generación, tiempo que ha estimado en torno a diez años, llegará «demasiado tarde para recuperar a su principal y más seguro cliente, las 265.000 explotaciones ganaderas que consumen actualmente entre el 50% y el 60% de los cereales en España».


ABC, LUNES 10_12_2007

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