05 febrero 2010

El clima de Europa

Cristina García – Orcoyen
Directora Gerente de Fundación Entorno – BCSD España
Parece que la resaca de la Cumbre del Clima en Copenhague se empieza a diluir al mismo ritmo que la de los festejos navideños.
Cientos de delegados, periodistas, expertos y ONGs concentrados en la ciudad de la sirenita volvieron a sus casas con el deber cumplido de haber estado AHÍ; aunque ahí realmente sobraron casi todos los que estuvieron y faltaron algunos que se quedaron en casa: me refiero a los ministros de finanzas, quienes junto a los Jefes de Gobierno, son los únicos que pueden dar una respuesta válida a los problemas planteados por el cambio climático.
El mayor de estos problemas en las actuales negociaciones es que la UE ha tratado de regular indirectamente el crecimiento económico mediante acuerdos vinculantes sobre el techo de las emisiones de carbono. Esto, en un mundo con gigantescas diferencias en los niveles y calidad de vida, y en el que los países en desarrollo están centrados en el alivio de la pobreza, es sencillamente un pasaporte al fracaso.
El dilema es de equidad. Quiénes tienen los derechos sobre qué recursos, quiénes son responsables de qué contaminantes, y quiénes han de pagar qué, son cuestiones que no pueden ser resueltas en una negociación global sólo por los ministros de Medio Ambiente; por mucho que después se esfuercen los jefes de Estado en llegar a acuerdos.
El error se repite año tras años desde el famoso Informe Brundland: estamos enviando solos a nuestros ministros de Medio Ambiente como los máximos representantes de los países porque seguimos pensando que el cambio climático es sólo un cuestión ambiental. Nos equivocamos: este fenómeno tiene graves consecuencias ambientales, pero es principalmente un problema económico que trata de cómo compartimos y repartimos costes y beneficios de forma aceptable entre cada uno de los implicados.
La comunidad científica y las autoridades ambientales ya han hecho su trabajo: sacar a la luz la gravedad del cambio climático y la necesidad de abordar esta cuestión desde todas las instancias posibles. Ahora se hace imprescindible la implicación de las máximas autoridades nacionales y comunitarias en materia de economía y finanzas.
Las cumbres sobre cambio climático convocan a científicos y ministros de Medio Ambiente para que traten de resolver un problema de recursos y de distribución económica que sólo puede ser resuelto en última instancia por los ministros de economía y Finanzas.
Por eso necesitamos que las negociaciones internacionales se abran al máximo nivel de competencia económica y financiera, porque la cuestión del debate rebasa con mucho las competencias de los ministros de Medio Ambiente, que se ven impotentes ante las decisiones a tomar.
Se apunta a la próxima reunión de México en 20010 como el momento para llegar a acuerdos vinculantes. Si es así, no podemos perder otra oportunidad, porque las consecuencias de volver a fracasar serán graves. En esta nueva cita, se habrían de cerrar acuerdos en varios frentes:
El primero en el campo de la energía, donde habrá que centrarse en la eficiencia de los recursos disponibles. El segundo sería el establecimiento de un sistema de precios correcto, que suponga la eliminación de los subsidios, un precio global para el carbón y la dotación de valor a los sumideros naturales de carbono. El tercero, el desarrollo de regulación donde los mecanismos de mercado no sean suficientemente fuertes para cambiar las costumbres y los patrones de inversión, como en la edificación o el transporte.
La UE ha sido ninguneada en Copenhague por países con mucha menos solera y compromiso en materia de cambio climático, pero de incuestionable potencia económica e influencia política a nivel global. A la Presidencia Española le toca ahora trabajar para restablecer el liderazgo del Viejo Continente de cara a la próxima cita; ser capaces de reinventarnos y conseguir salvar a la UE de un nuevo fracaso.
ABC – NATURAL, Viernes 22 de enero de 2010

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