05 febrero 2010

El deshielo podría asestar un golpe mortal a una urbe boliviana

Por ELISABETH ROSENTHAL
EL ALTO, Bolivia – Cuando el grifo enfrente de su casa de paredes de barro se secó en septiembre , Celia Cruz dejó de hacer sopas y redujo los lavados para su familia de cinco miembros. Empezó a hacer peregrinajes diarios a otros barrios mejores, con la esperanza de encontrar agua allí.
Aunque lleva una década viviendo en El Alto y su marido, un trabajador de la construcción, gana un salario decente, el dinero no puede comprar agua. “Estoy pensando en trasladarme otra vez al campo, ¿qué otra cosa puedo hacer?”, decía Cruz, de 33 años, que luce las trenzas típicas y una falda larga de varias capas, mientras recorre con la mirada un corral lleno de lechones, sacos de patatas y un viejo Datsun rojo.
Los glaciares que desde hace mucho tiempo han proporcionado agua y electricidad a esta parte de Bolivia están derritiéndose y desapareciendo, víctimas del calentamiento global, según afirman la mayoría de los científicos.
Si los problemas del agua no se resuelven, El Alto, una ciudad pobre y muy próxima a La Paz, podría convertirse en la gran primera víctima urbana del cambio climático. Un informe del Banco Mundial desde 2008 concluía que el cambio climático eliminaría muchos glaciares de los Andes en 20 años, una amenaza para la existencia de casi 100 millones de personas.
Para los cerca de 200 países que participaron en la cumbre del clima en Copenhague, la pregunta de cómo responder a las necesidades de docenas de países como Bolivia centró las conversaciones.
Los dirigentes mundiales hace mucho que están de acuerdo en que los países ricos deben proporcionar dinero y tecnología para ayudar a los países en vías de desarrollo a adaptarse a problemas que, en gran medida, han sido generados por chimeneas y tubos de escapa muy lejanos. Pero los detalles de esa transferencia – qué países pagarán, cuánto y por qué tipo de proyectos – siguen siendo objeto de controversia.
El 11 de diciembre, la Unión Europea anunció un compromiso inicial de desembolsar 3.5000 millones de dólares anuales durante tres años para ayudar a los países pobres a abordar estos problemas, aunque los economistas prevén que el coste total será de 100.000 millones de dólares o más.
Tras las últimas catástrofes originadas por el clima, Bolivia se ha convertido en un airado portavoz de los países pobres. “Tenemos un gran problema, y ni siquiera el dinero podrá resolverlo del todo”, se lamentaba Pablo Solón, embajador de Bolivia ante la ONU. “¿Qué se puede hacer cuando un glaciar desaparece o una isla queda enterrada por el agua?”.
Los científicos aseguran que el dinero y la ingeniería pueden resolver los problemas de agua de La Paz y El Alto, con proyectos como embalses bien diseñados. Los glaciares que rodean las ciudades, que recogían agua durante la corta estación de las lluvias y la liberaban para proporcionar agua y electricidad en los largos períodos secos, han servido de almacén natural barato. Con las temperaturas más cálidas y una pluviosidad cambiante, ya no pueden hacerlo.
“Las consecuencias están apareciendo mucho más deprisa de lo que podemos responder a ellas, y en construir un embalse se tarde de cinco a siete años. No estoy seguro de que tengamos tanto tiempo”, dice Edson Ramírez, un glaciólogo boliviano que ha documentado y previsto el retroceso de los glaciares en dos décadas.
El retroceso ha superado las peores predicciones de Ramírez. Había supuesto que uno de los glaciares, el Chacaltaya, duraría hasta el año 2020. Ha desparecido este año.
Pero el calentamiento de la Tierra no es el único responsable de los eternos males de este exótico pero desesperadamente pobre país sin salida al mar, en el que la renta per cápita ronda los 1.000 dólares. El suministro de agua a las ciudades también se ve dificultado por el crecimiento de la población así como por una administración irregular, en parte, porque hay poco dinero para gestionar nada, pero también porque el Gobierno nacionalizó la empresa de distribución de agua hace unos años.
“Estas son poblaciones que siempre están al borde de la supervivencia, pero además tienen la presión añadida del cambio climático y los enormes problemas sociales”, afirma Dirk Hoffmann, director del programa sobre cambio climático de la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz. “Lo que está en juego es un conflicto; yo no hablaría exactamente de guerra civil. Pero habrá disturbios”.
De hecho, cuando los grifos se secaron en el vecindario de Cruz, el Distrito Solidario de El Alto, los residentes ricos de La Paz seguían teniendo agua. Esto ha despertado protestas en un país que se ha unido en torno a la retórica socialista y los derechos de los indígenas.
En Khapi, un pueblo a dos horas de La Paz, la gente considera al glaciar Illimani “nuestro Dios, nuestro gran protector”, cuenta Mario Ariquipa Laso, de 55 años, un arrugado granjero que cultiva patatas y maíz en las pronunciada pendientes a la sombra del glaciar. Hace 10 años, suministraba una corriente suave y constante durante los meses secos que mantenía regados los cultivos. Hoy, con el Illimani en retroceso, el agua “simplemente mana” del glaciar, una mezcla amarillenta. “Muchos de nosotros estamos pensando en no tener más hijos”, afirma Margarita Limachi Álvarez, de 46 años, que lleva un gorro andino azul con orejeras. “Sin agua ni comida, ¿cómo vamos a sobrevivir?”.
En los últimos años, las vidas de los bolivianos también se han visto sacudidas por una serie casi bíblica de sucesos meteorológicos extremos, muchos de los cuales los científicos creen que probablemente estén relacionados con el cambio climático. Este años trajo unas temperaturas abrasadoras y la sequía mató a 7.000 animales de granja.
Los países desarrollados están de acuerdo en que tienen la obligación de contribuir a aliviar estas tensiones, pero muchos siguen reacios a dar dinero, en parte porque los países pobres tienen pocos planes concretos para abordar los problemas climáticos. Pero con poco dinero o experiencia, en difícil diseñar un nuevo embalse gigante o un sistema para transferir agua a todo un país.
THE NEW YORK TIMES – EL PAÍS, Miércoles 23 de diciembre de 2009

No hay comentarios: