31 marzo 2008

¿Futuro gris para las ballenas mexicanas?

POR MANUEL M. CASCANTE, CORRESPONSAL. CIUDAD DE MÉXICO.
El espectáculo de las ballenas grises retozando en las aguas del Pacífico mexicano, puede estar tan amenazado como el del circo. Y, de paso, uno de los principales recursos en una región, Baja California, donde el turismo de lujo aporta los mayores ingresos. La culpa, una vez más, del calentamiento global.
Según la organización ecologista Greenpeace y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales mexicana (Semarnat), el número de ballenas grises (Eschrichtius robustus) que se reproducen en aguas mexicanas está disminuyendo. El calentamiento global habría producido transformaciones en el medio donde se nutren estos cetáceos, y su alimento principal, el plancton marino, se habría reducido en gran medida. Así, de unos 3.000 ejemplares que se avistaron hace tres años habremos pasado a sólo un millar en 2007. Sin embargo, según la Semarnat, esta mengua no está originada en el país, sino en la ruta que siguen estos mamíferos gigantescos para llegar hasta él.
Este año se ha producido el fenómeno de que cientos de ballenas han pasado de largo de sus refugios invernales para llegar a las costas de Puerto Vallarta, Los Cabos y al sur de La Paz. El director regional de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Benito Bermúdez, señala que «este es un año anómalo; ocurrió alguna modificación en el medio que permite que las ballenas se desplacen más hacia el sur». Sin embargo, los científicos consideran que esta situación puede ser temporal y no repetirse la temporada próxima: «A veces hay temporadas con menos ballenas y, a veces, con muchas más», dijo Bermúdez.
Tamaño medio
La gris es una ballena de tamaño medio (los machos pueden llegar a pesar 16 toneladas y medir más de 14 metros, mientras que las hembras alcanzan los 15 metros y un peso de hasta 30 toneladas cuando están preñadas) que en la actualidad sólo habita al norte del océano Pacífico. Abundó también en el Atlántico norte y en las aguas situadas entre Japón y la península rusa de Kamchatka, pero fue cazada hasta casi su total extinción.
Hoy existen dos poblaciones de ballenas grises: la americana o del Pacífico noreste, con más de veinte mil ejemplares que nadan en aguas de México, Estados Unidos, Rusia y Canadá, y la asiática o del Pacífico noroeste, que apenas mantiene a un centenar de ejemplares -con tan sólo unas veinte hembras reproductoras- en las aguas de China, Japón, las dos Coreas y Rusia.
La ballena gris realiza una de las migraciones más largas que se conocen entre los mamíferos. Cada invierno se desplaza 10.000 kilómetros desde el Océano Ártico hasta la Península de Baja California, donde se aparea, y, un año después, da a luz a un ballenato. Entre febrero y marzo emprende regreso a los mares de Bering y Chukchi. Durante el recorrido mueren más de un tercio de las crías.
Los ballenatos pesan media tonelada y miden poco más de 4 metros al nacer. Gracias a la grasa que contiene la leche materna, las crías duplican su peso a finales del invierno, lo que les permite realizar el trayecto de regreso al Ártico. Su color es gris pizarra, aunque con los años llegan a tener tantas rémoras y cicatrices que pierden su tonalidad original. No tienen aleta dorsal, sino unas jorobas bajas y redondas en la parte trasera de su espalda.
Su alimentación la obtienen durante el verano en el Ártico, y su dieta consiste principalmente de anfípodos y camarones. Utilizan su lengua para succionar la comida del subsuelo marino: con ayuda de una lengua de casi 1.500 kilos, expulsan el sedimento de sus bocas, al tiempo que retienen en las placas de su barba la posterior ingesta. Durante la época de apareamiento y reproducción suelen ayunar, aunque en ocasiones comen sardinas.
La ballena gris es un animal gregario, capaz incluso de seguir a su líder hasta alguna playa para morir. Generalmente nadan cerca de la costa, a una distancia de 10 kilómetros, viajando en grupos. Alcanzan su madurez sexual a los ocho o nueve años. Crían en las lagunas Ojo de Liebre, San Ignacio y Bahía Magdalena, y los recién nacidos se nutren de leche durante seis meses, aunque permanecen con sus protectoras madres durante uno o dos años más. El hombre (su captura se convirtió en una industria en el siglo XIX), la orca y los grandes tiburones son sus principales depredadores.
Futuro incierto
A mediados del siglo XX se llegó al límite de su extinción biológica y comercial, pues su caza se realizaba sin restricciones ni control algunos. Hacia 1970 se decretó su protección en todo el Pacífico Oriental, lo que logró su recuperación hasta cifras de un siglo antes y la condujo en 1994 a abandonar la lista de especies amenazadas.
Sin embargo, además del calentamiento del planeta, la destrucción de la línea costera por el desarrollo urbanístico y del fondo marino por la pesca excesiva, la contaminación de las aguas, el tráfico naviero y el desarrollo industrial en algunas de las zonas de crianza pueden hacer que peligre de nuevo su futuro.
Aunque, según Greenpeace, es el desarrollo del turismo de observación el que provoca el riesgo mayor. Pese a que esta actividad es «no consuntiva de aprovechamiento de recursos naturales y contiene los elementos para hacerla altamente compatible con los objetivos de protección y conservación del recurso», el impacto ambiental en estas áreas relativamente pequeñas hace que un mayor número de ballenas puedan ser perturbadas por una sola embarcación.
ABC, LUNES 31_3_2008

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