09 octubre 2007

Tautologías y Paradojas

Fernando Méndez Ibisate
Las fuertes subidas de precios de determinados productos agropecuarios no son producto de confabulaciones perversas (que no por ello quedan excluidas de la actuación de los agentes o de los grupos de interés dentro del mercado), sino de determinadas condiciones y decisiones de los agentes económicos, incluido el Estado.
Es, por ello, importante reflexionar sobre el problema que los biocarburantes tratan de resolver, es decir, el cambio climático. La visión mayoritaria sobre el cambio climático sigue un modelo malthusiano que no es una auténtica teoría, sino una proposición tautológica.
Cuando Malthus estableció una determinada relación entre población y medios de subsistencia, incluyó entre los factores que operaban el control o restricción moral de las personas, convirtiendo su proposición en una que necesariamente se cumple en todo caso y vaciándola de contenido teórico. Si al observar la realidad se comprobaba que la población marchaba más deprisa que las subsistencias y descendían los niveles de vida o la población, entonces la teoría malthusiana era correcta y la falta de una restricción moral o prudente generaba el vicio y la miseria.
Si, por el contrario, se observaba que los medios de subsistencia eran mayores que la población y los niveles de vida se elevaban —sin acción del vicio o la miseria—, entonces eso probaba que la restricción moral incluida por Malthus actuaba frenando el crecimiento de la población, como también predecía su teoría.
Con el calentamiento global, igual da que sean o no ciertas las causas y explicaciones que se le atribuyen o que no exista consenso sobre su grado y alcance, pasa lo mismo. Si observamos que la Tierra se calienta es debido a las causas y factores previamente presuntos (acción humana, emisiones de CO2…) y si los datos no corroboran los acontecimientos predichos por catastrofistas tipo Al Gore es porque sus avisos y lucha han dado fruto, haciendo que gobiernos y ciudadanos tomemos conciencia del terrible problema, aunque en realidad sólo haya supuesto importantes transferencias de riqueza (otra forma de reasignar) de nuestros bolsillos a los suyos.
De por sí es temeroso deducir nada de un calentamiento de la Tierra, que tampoco sabemos con certeza si es esporádico o un ajuste natural; y en cuestiones climáticas la coyuntura puede medirse por décadas e incluso siglos.
Realizar predicciones de cualquier tipo (catastrofistas u optimistas) sobre el cambio climático resulta no sólo arriesgado, sino falto de rigor por cuanto que todas ellas se basan en modelos matemáticos poco fiables (los factores de los que depende el clima y los efectos de determinadas variables, como aerosoles, vapor o radiaciones solares son comprendidos no sin dificultades y con muchas lagunas por los científicos especializados), así como en supuestos nada fiables o conocimiento nulo de cómo serán las condiciones económicas o los escenarios posibles en los próximos años.
Quienes en 1975 aseguraban sobre bases científicas que las emisiones de CO2 producirían un enfriamiento del planeta, corroborado con la bajada de temperaturas en 0,5 grados desde 1964, hoy defienden lo contrario. No seré yo, en mi supina ignorancia, quien contradiga un consenso (no pleno) sobre el actual calentamiento del planeta, pese a que hace unas décadas era el contrario.
Pero creo que tanto la explicación del fenómeno (en qué medida es o no un proceso natural de oscilación térmica), como sus causas (ondas solares, CO2 y su generación de la que no puede excluirse a los animales, etc.) y consecuencias (se acepta que la cantidad de CO2 es ahora más alta, pero la temperatura media del planeta subió 0,74 grados en todo el siglo XX, la mitad del mismo ocurrió antes de 1940 y, por tanto, antes de las emisiones más cuantiosas y, aunque la masa de hielo disminuye en el Ártico, crece en el Antártico con un aumento de 0,18 metros del nivel del mar en 100 años) están muy lejos de lo que predican algunos ecologistas y políticos.
Mientras tanto, la subida de precios de determinados productos agrícolas, promovida entre otros factores por las decisiones de las autoridades sobre los biocarburantes, incentiva la quema de grandes zonas de selva amazónica (en Brasil, Venezuela, etc.) para plantar cultivos que puedan sacarles de la pobreza. Paradójico, ¿no?
LA GACETA DEL MARTES, 9 DE OCTUBRE DE 2007

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