02 octubre 2007

Biocarburantes

Fernando Méndez Ibisate

Los políticos venden medidas como la panacea, ocultando o ignorando los costes de las decisiones que adoptan. Tal ocurre con los biocarburantes o combustibles “limpios”, como remedio para combatir el cambio climático.Recuerdo un seminario en mi Facultad, al que asistí encantado y agradecido en febrero de este año, organizado por estudiantes de un master en Desigualdad, Cooperación y Desarrollo, donde se trataba el problema de la realidad boliviana (Evo Morales acababa de nacionalizar los recursos energéticos del país) como caso particular de lo que debía ser el papel del Estado en el mundo globalizado.

Me invitaron, sin duda, en calidad de defensor de posturas liberales que, aunque denostadas por la mayor parte de la audiencia y de los organizadores, dice mucho a favor de todos ellos, pues indica que la Universidad mantiene —todavía— un espíritu abierto y crítico, donde existe cierta confrontación de ideas defendidas con lógica y razón frente a muchas tiranías a que estamos acostumbrados (incluida la de las mayorías). Y todo en un marco de reglas (respeto del tiempo, corrección o trato exquisito hacia los oradores, por parte de los organizadores del evento) que forma parte de una liturgia imprescindible para el desarrollo en libertad de cualquier debate público.

En varias ocasiones, la otra oradora de la sesión aludió a los desastres causados en México por el Acuerdo o Tratado de Libre Comercio con Canadá y Estados Unidos (NAFTA), al que achacaba la brusca carestía del maíz y los problemas de consumo de ciertos alimentos básicos para la población; ya saben, la globalización y apertura de comercio, con condiciones desiguales y siempre desfavorables para los pobres. Desde finales de 2006, se había producido en México escasez de maíz (no en las cosechas pero sí en los mercados alimentarios), con la correspondiente subida sustancial de su precio. Dado su carácter de alimento básico y muy extendido, se produjo el consiguiente descontento popular, y ello enmarcado en un difícil y complicado acceso al poder del nuevo presidente de centroderecha, por un escaso margen de votos, al que el centroizquierda más radicalizado quiso derrocar no muy democráticamente.

Finalmente, alguien de la audiencia —creo que mexicano— intervino para recordar que precisamente el NAFTA, que en muchos sectores todavía no se había desarrollado como consecuencia de los períodos de transición o carencia establecidos, había excluido expresamente los productos agrícolas —por cierto, a petición de Estados Unidos y para defender los intereses de sus agricultores— hasta pasado un largo tiempo y que, más bien, había sido la política emprendida varios meses antes por el Gobierno Bush sobre el impulso de los biocombustibles, ante los crecientes problemas de abastecimiento y las presiones medioambientales, lo que había favorecido tal distorsión en el mercado agrícola.

Los problemas no son simples, ni el caso de México y Estados Unidos con el maíz puede trasladarse al fuerte encarecimiento que sufren los cereales en Europa y, con ellos, los piensos y muchos productos agropecuarios que quedan afectados en sus costes. La dispendiosa, ineficaz y reprobable política agrícola de la UE (PAC), con su pleno intervencionismo y generación de incentivos perversos, tiene mucho que ver en el encarecimiento de los cereales que, pese a la excelente cosecha agrícola en España, ha coincidido con cosechas más pobres de los grandes productores mundiales (Canadá, Sudeste de Europa y Australia), aunque los precios de los cereales empezaron a subir mucho antes, hace unos dos años.

Las materias primas, en general, llevan tiempo subiendo debido a la sustancial incorporación a la demanda internacional de importantes potencias económicas, como India, China o Brasil (con elevadas cuotas de población), y los productos agropecuarios y alimenticios no iban ser excepción, aunque determinados cereales que también suben (trigo, centeno, avena y cebada) no constituyan parte sustancial de la dieta básica asiática. La subida de cereales y algunas leguminosas (como la soja) se ha producido tras conocerse la adopción de medidas sobre producción de biocarburantes, más o menos acordadas por diversos países desarrollados, en reuniones internacionales sobre cambio climático. Días atrás se produjo una caza de productores y distribuidores, afirmando que estaban aprovechándose de la situación. Pero nada se dice de las muchas responsabilidades de los políticos por sus decisiones desatinadas y las alarmas desatadas, no siempre justificadamente.


LA GACETA DEL MARTES, 2 DE OCTUBRE DE 2007


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